martes, 1 de abril de 2014

Comunicación y lenguaje

Por: Dr. D. Ángel Cano (UCLM,2006)

La comunicación humana y el lenguaje, como parte de la misma, constituyen un fenómeno de enorme complejidad, tai como se puede observar si tenemos en cuenta las distintas disciplinas que se encargan de su estudio y análisis, tales como la Anatomía, la Fisiología, la Neurología, la Psicolingüística, la Filología, la Psicología, la Logopedia, etc.
Además, dentro de estas disciplinas es posible, asimismo, encontrarnos con perspectivas teóricas y prácticas muy diferentes, tal como ocurre en la Psicolingüística, donde podemos ver modelos explicativos del lenguaje tan diferentes como son los que nos ofrecen el conductismo y la Psicolingüística generativa de Chomsky, por señalar uno de los ejemplos antagónicos más conocidos.


Otra perspectiva distinta sobre el lenguaje y su relación con el desarrollo cognitivo del ser humano nos la ofrece Vygotski. Para este autor la función primaria del lenguaje es la comunicación, el intercambio social, constituyendo un instrumento regulador y controlador de los intercambios comunicativos. Aunque este autor destaca la comunicación como la función principal del lenguaje, también señala otra serie de funciones básicas del mismo. Así, a partir de la interacción social y del lenguaje el ser humano desarrolla las funciones psicológicas superiores; en una primera instancia de forma inter psicológica, para posteriormente, después del correspondiente proceso de reflexión, de una forma intra psicológica, asentando y profundizando el desarrollo de dichas funciones. Todo esto lo explica a partir de su conocida "Ley de la doble formación de los procesos psicológicos superiores".
Desde el modelo explicativo de Vygotski se desprenden la interacción entre lenguaje y pensamiento, siendo fundamental la interacción social y, dentro de ella, la comunicación por medio del lenguaje para el desarrollo cognitivo del sujeto.
A mediados de la década de 1970 surgió una nueva perspectiva en el estudio del lenguaje, teniendo amplia repercusión posterior. Dicha orientación, que partió tanto desde la Filosofía del lenguaje como desde la Lingüística, acentuaba los aspectos comunicativos del lenguaje. Éste era considerado como un instrumento privilegiado para la regulación y el control de los intercambios sociales. Así, según este modelo explicativo, las descripciones lingüísticas no pueden limitarse a analizar el sistema independientemente de los sujetos concretos que lo usan y del contexto en el que lo hacen. Aprender a hablar implica el conocimiento de reglas fonológicas, sintácticas y semánticas, pero también supone el conocimiento sobre cómo usarlas. De esta forma, la pragmática se incorporó a las investigaciones sobre el lenguaje.
Esta perspectiva destaca que si el lenguaje es comunicación, su uso comporta una determinada intención. Aprender a hablar supone también aprender a anunciar la intención y aprender a compartir un tema con un interlocutor y comentar sobre él. Desde este modelo se destacan los aspectos instrumentales del lenguaje, de tal manera que aunque se conozcan bien las reglas de funcionamiento del mismo, si no se sabe cómo se utilizan, resulta prácticamente imposible su uso. Es decir, este modelo explicativo añade a los prerrequisitos cognitivos, los prerrequisitos comunicativos. De ahí la importancia que para el desarrollo del lenguaje tiene el entorno social que rodea al niño. El componente pragmático del sistema lingüístico analiza el lenguaje en su ámbito contextual, referencia fundamental para entender su funcionamiento, adquisición y desarrollo.Otros autores definen la comunicación como la capacidad de realizar conductas intencionadas y significativas, capaces de interactuar con otras ajenas (Serón y Aguilar, 1992). Para estos autores, un acto comunicativo es cualquier acción dirigida a un receptor y que éste pueda interpretar y actuar en consecuencia.
La capacidad de comunicación no es exclusiva de los seres humanos, ya que también se ha comprobado que existe comunicación entre los animales, tanto a nivel de signos sonoros como visuales, olfativos y táctiles, entre otros. Sin embargo, el lenguaje sí constituye un aspecto característico y especifico del ser humano, además del pensamiento conceptual, estando ambos estrechamente relacionados. En este contexto podemos retomar el análisis que realizó Aristóteles, al destacar que el hombre es el único animal que posee el lenguaje y con él, la razón.
La comunicación humana se puede desarrollar a través de cualquiera de nuestros sentidos. El habla y el lenguaje constituyen únicamente una parte de la comunicación. Existen otros elementos en la comunicación que forma parte esencial de la misma: los aspectos metalingüísticos, paralingüísticos y los no estrictamente lingüísticos pueden provocar el cambio del significado de un mensaje; además de implicar la intervención de elementos afectivos y/o emocionales que se expresan de las formas más diversas. Sirvan como ejemplos los acentos en determinados lugares de las palabras, determinadas entonaciones o pausas, los gestos corporales, las expresiones faciales, la velocidad o intensidad de expresión, el contacto visual, la repetición de ciertos gestos o expresiones, etc. No obstante, se puede afirmar que el principal medio de comunicación humana es el verbal / auditivo, es decir; el lenguaje.
El lenguaje tiene dos fines básicos: por un lado, ser un medio de comunicación y, por otro lado, servir de instrumento cognitivo, teniendo una relación estrecha con el pensamiento (Gallardo y Gallego, 1995).
Si analizamos la literatura sobre el tema, podemos observar que existen numerosas y diversas definiciones sobre el lenguaje, una muestra más de la complejidad del mismo:
ü  Rondal (1991) lo define como una función compleja que permite expresar y percibir estados afectivos, conceptos, ideas, a través de signos acústicos o gráficos.
ü  Coseriu (1964) destaca que el lenguaje está fundado en la asociación arbitraria de un significado (contenido semántico) y un significante (imagen acústica). Esto supone que para poder establecer la comunicación es preciso que hablante y oyente acepten los mismos símbolos para los mismos objetos y que la combinación de los mismos se efectúe según unas determinadas reglas; es decir, deben aceptar una norma pre-establecida.
ü  Crystal (1983) subraya que para que la comunicación pueda producirse es necesaria la existencia de un emisor, un receptor, un mensaje y un acuerdo entre los interlocutores respecto a la utilización de un código. Según este autor, toda actividad comunicativa conlleva los siguientes pasos o fases:

-Fuente de información: ser humano
-Proceso de codificación: elaboración del mensaje
-Producción: publicidad de la señal codifiicada
-Transmisión: envío de la señal
-Recepción: la señal es recibida
-Descodificación: desciframiento del mensaje
-Destino: descodificado el mensaje, se registra su significado

Siguiendo este análisis, es fundamental tener siempre presente que la comprensión del lenguaje como medio de comunicación depende también del contexto determinado en el que se produzca, ya que todo mensaje se produce en un entorno social concreto.
Tal como se señaló en la introducción, una de las perspectivas más amplia y diversificada sobre el lenguaje la podemos observar a partir de las aportaciones de la Psicolingüística o Psicología del Lenguaje, ciencia que viene marcada por las aportaciones de Noam Chomsky, quien revolucionó dicho campo de estudio.
Según Chomsky, el lenguaje constituye la línea de demarcación entre los seres humanos y el resto de especies animales. Según este autor, la Lingüística tiene como objeto establecer la descripción del lenguaje humano, entendido como una capacidad exclusiva del ser humano, que permita posteriormente describir cada una de las lenguas conocidas. El objetivo de esta disciplina científica, según Chomsky, consiste en descubrir los aspectos comunes de las distintas lenguas o, sus propios términos, los "universales lingüísticos".
Chomsky destacó dos nuevos aspectos del lenguaje que forman parte de su planteamiento revolucionario: por un lado, afirma que la capacidad humana para hablar esta genéticamente determinada. La adquisición del lenguaje es simplemente un proceso de despliegue de capacidades innatas, de modo que los niños aprenden a hablar de la misma forma como a los peces les surgen las escamas o a los pájaros les crecen las alas. Y, por otro lado, Chomsky relaciona los universales lingüísticos con la sintaxis, de tal forma que las producciones lingüísticas que realiza un hablante de una lengua concreta responden a su conocimiento sintáctico. Así, para el estudio de la adquisición del lenguaje, desde esta perspectiva lo que se trata es de descubrir el conocimiento sintáctico que subyace a las producciones infantiles en cada momento del desarrollo.
No obstante, a partir de las investigaciones posteriores, se ha constatado que el conocimiento que tiene un hablante de su lengua no es exclusivamente sintáctico, sino también semántico. Esto supuso la introducción del análisis del significado en los estudios sobre la adquisición del lenguaje, al constatarse que en toda producción lingüística hay una relación entre su forma y lo que significa. Es decir, la forma en que se unen y ordenan las mismas palabras determina un significado u otro. Así, por ejemplo, no es lo mismo decir "Ana escucha a María" que "María escucha a Ana". Ello supone que para poder usar el lenguaje debe existir previamente o a la vez un cierto conocimiento de la realidad.  En este contexto explicativo debemos hacer referencia a la figura de Piaget, uno de los principales representantes de la perspectiva que destaca los prerrequisitos cognitivos como condición para la aparición del lenguaje. Para este autor, la posibilidad de emplear y combinar las palabras responde a la aparición de una capacidad previa, lo que él denomina la "función simbólica". Esta capacidad la va construyendo el niño a lo largo del estadio del desarrollo cognitivo conocido como "estadio sensomotor', siguiendo la terminología de este psicólogo.
Piaget, a diferencia de Chomsky, no considera al lenguaje como el aspecto más específicamente humano; sino que es la capacidad cognitiva general lo que diferencia a los humanos de las demás especies animales, siendo el lenguaje una expresión de dicha capacidad cognitiva. Para Piaget, el lenguaje es un sistema simbólico y, por tanto, arbitrario. Para poder utilizarlo, el ser humano debe previamente construir la capacidad para simbolizar. De todo ello es fácil deducir que para este autor el estudio del desarrollo de la capacidad simbólica es anterior al lenguaje.

Tanto para Chomsky como para Piaget el lenguaje constituye un sistema para representar la realidad y, por lo tanto, la explicación de su dominio por parte de los niños comporta necesariamente la invocación de capacidades, bien innatas, bien construidas, que permiten la representación, tal como señala Vila (1992).
Otra perspectiva distinta sobre el lenguaje y su relación con el desarrollo cognitivo del ser humano nos la ofrece Vygotski. Para este autor la función primaria del lenguaje es la comunicación, el intercambio social, constituyendo un instrumento regulador y controlador de los intercambios comunicativos. Aunque este autor destaca la comunicación como la función principal del lenguaje, también señala otra serie de funciones básicas del mismo. Así, a partir de la interacción social y del lenguaje el ser humano desarrolla las funciones psicológicas superiores; en una primera instancia de forma inter psicológica, para posteriormente, después del correspondiente proceso de reflexión, de una forma intra sicológica, asentando y profundizando el desarrollo de dichas funciones. Todo esto lo explica a partir de su conocida “Ley de la doble formación de los procesos psicológicos superiores”.
            Desde el modelo explicativo de Vygotski se desprenden la interacción entre lenguaje y pensamiento, siendo fundamental la interacción social y, dentro de ella, la comunicación por medio del lenguaje para el desarrollo cognitivo del sujeto.
A mediados de la década de 1970 surgió una nueva perspectiva en el estudio del lenguaje, teniendo amplia repercusión posterior. Dicha orientación, que partió tanto desde la Filosofía del lenguaje como desde la Lingüística, acentuaba los aspectos comunicativos del lenguaje. Éste era considerado como un instrumento privilegiado para la regulación y el control de los intercambios sociales. Así, según este modelo explicativo, las descripciones lingüísticas no pueden limitarse a analizar el sistema independientemente de los sujetos concretos que lo usan y del contexto en el que lo hacen. Aprender a hablar implica el conocimiento de reglas fonológicas, sintácticas y semánticas, pero también supone el conocimiento sobre cómo usarlas. De esta forma, la pragmática se incorporó a las investigaciones sobre el lenguaje.
Esta perspectiva destaca que si el lenguaje es comunicación, su uso comporta una determinada intención. Aprender a hablar supone también aprender a anunciar la intención y aprender a compartir un tema con un interlocutor y comentar sobre él. Desde este modelo se destacan los aspectos instrumentales del lenguaje, de tal manera que aunque se conozcan bien las reglas de funcionamiento del mismo, si no se sabe cómo se utilizan, resulta prácticamente imposible su uso. Es decir, este modelo explicativo añade a los prerrequisitos cognitivos, los prerrequisitos comunicativos. De ahí la importancia que para el desarrollo del lenguaje tiene el entorno social que rodea al niño. El componente pragmático del sistema lingüístico analiza el lenguaje en su ámbito contextual, referencia fundamental para entender su funcionamiento, adquisición y desarrollo.

Funciones del lenguaje

La variedad de modelos teóricos que explican el lenguaje, su funcionamiento, adquisición y desarrollo deriva también en una gran diversidad de funciones, dependiendo del enfoque teórico y del autor que sigamos. Veamos las aportaciones más representativas relativas a este apartado del lenguaje:
Halliday (1983) distingue las siguientes funciones:
Ø  Función instrumental. Satisfacción de necesidades.
Ø  Función reguladora. El lenguaje como elemento de control del comportamiento.
Ø  Función interactiva. Función social del lenguaje.
Ø  Función personal. Relativa a la concepción del lenguaje como un elemento de la propia individualidad.
Ø  Función heurística. El lenguaje como instrumento de conocimiento de la realidad.
Ø  Función imaginativa. También conocida como función creativa: el lenguaje como instrumento de recreación, más allá del entorno real.
Ø  Función informativa. El lenguaje como medio para el intercambio continúo de información.


A todas estas funciones, Jakobson (1972) añade la denominada "función metalingüística", que consiste en volver sobre el propio uso del lenguaje para explicarlo con referencia a un determinado código. Otra clasificación de las funciones del lenguaje es la que nos ofrece Alós (1991):

a) Función emotiva. Hace referencia a la comunicación primera, antes de que el sujeto sepa captar el significado. Actúa como un elemento catártico o de control de la propia emotividad. Un ejemplo representativo es la expresión de dolor o de satisfacción que experimenta el bebé ante el tono de voz o ante la sonrisa de su madre o de cualquier otro adulto.
b) Función lúdica. Hace referencia a los inicios del lenguaje, vistos como un auténtico juego: la leo, ecolalia, comienzo de la articulación de sonidos. Posteriormente esta función seguirá perdurando, en forma de trabalenguas, adivinanzas, refranes, acertijos, etc. También está relacionada con el control afectivo-emocional.
c) Función apelativa. Consiste en dar nombre a las cosas. En las etapas iniciales se hace de una forma polivalente.
d) Función verbal. El lenguaje entendido como expresión del pensamiento y como forma de relacionarse con el entorno físico y social.
e) Función simbólica. Hace referencia a la representación de la realidad mediante el propio lenguaje. De esta manera se produce el paso de lo concreto a lo abstracto, permitiendo el establecimiento de interacciones progresivamente más complejas.
f) Función estructural. El lenguaje sirve también para dar forma a los diferentes contenidos mentales, así como para organizar y estructurar el pensamiento.
g) Función socializadora. El lenguaje constituye un instrumento básico para la inserción en los distintos entornos en los que se desenvuelve el niño: familiar, escolar, social.
h) Función de hominización. A través del lenguaje el ser humano puede realizarse como tal, distinguiéndose del resto de especies animales.
i) Función metalingüística. El lenguaje como medio para acceder a la meditación y a la reflexión. Constituye el nivel más abstracto del desarrollo cognitivo.
j) Función reguladora de la acción. A partir del lenguaje interior el ser humano puede dar solución a los diferentes problemas con los que se enfrenta en su vida diaria.
Por último, recordemos que Vygotski (1977) destaca como función primaria del lenguaje la comunicación, si bien también menciona que no es la única. Así, llega a señalar la función reguladora y de control de los intercambios comunicativos y de la propia conducta.

Dimensiones y componentes del lenguaje

Para realizar el análisis de los distintos elementos que componen el lenguaje vamos a distinguir entre las siguientes dimensiones del lenguaje: forma, contenido y uso, que nos van a permitir describir los componentes del lenguaje, tal como señalan Gallardo y Gallego (1995). Atendiendo a la forma del lenguaje,  que podemos distinguir son los siguientes componentes:

a)    Fonología y Fonética. La definición de Fonología parte de la oposición entre lengua habla, así como del concepto de signo lingüístico de Saussure (1973). Mientras que el habla es una realización física, la lengua son realizaciones abstractas de valor supra individual. La ciencia que estudia los sonidos (realizaciones físicas) es la Fonética; mientras que la ciencia que estudia la forma y organización del significante es la Fonología. La Fonética analiza los sonidos y la Fonología analiza los fonemas, que son abstracciones.
b) Sintaxis. Según Hernanz y Brucart (1987), la función principal de la sintaxis consiste en combinar las piezas léxicas de una lengua con el fin de formar oraciones. Cada lengua desarrolla sus propias normas sintácticas, permitiendo a sus usuarios el intercambio en la comunicación a través del lenguaje.

Si atendemos a la dimensión del contenido del lenguaje, el componente representativo es la Semántica, disciplina que forma parte de la Lingüística y que se encarga del estudio del significado de las palabras de una lengua. Dentro del componente semántico, el léxico puede ser considerado como el conjunto de las palabras de dicha lengua.
Los componentes semánticos son valores distintivos que nos ayudan a analizar el significado de las palabras (Gallardo y Gallego, 1995) Estos componentes constituyen elementos teóricos necesarios para el análisis semántico de una lengua.
El significado de una palabra está constituido por un complejo de componentes semánticos interrelacionados de forma lógica. En este sentido es importante tener en cuenta que las palabras cuyo significado ofrece ciertos rasgos en común, forman lo que se denomina un campo semántico, que, a su vez, puede ser dividido en distintos subcampos.
Entre los fenómenos semánticos más representativos cabe destacar la polisemia, la sinonimia y la homonimia. A partir de la dimensión del uso del lenguaje podemos analizar otro componente esencial del mismo: la Pragmática. La forma y el contenido del lenguaje son insuficientes para explicar todas las dimensiones del mismo; por este motivo, el componente pragmático analiza las situaciones en las que se usa el lenguaje para comunicarse: quién es quien habla y qué es lo que dice. Para realizar el análisis del uso del lenguaje es necesario tener en cuenta los diversos aspectos extralingüísticos, especialmente el contexto situacional.

Adquisición y desarrollo de la comunicación y del lenguaje
A nivel filogenético, la gran diferencia entre el ser humano y el resto de especies animales está en la capacidad para utilizar símbolos: el hombre es el único capaz de producir y utilizar símbolos. Y esa capacidad no está relacionada exclusivamente con el desarrollo neurológico, mucho más complejo en el hombre, sino también en la interacción social, que ha dado lugar a que el ser humano pueda elaborar un entorno cultural, que se convertirá en su medio habitual.
            Cualquier cultura depende del sistema de símbolos establecido para mantener la comunicación entre los individuos que forman parte de la misma; constituyendo la base para la transmisión de conocimientos adquiridos. En definitiva, sin el símbolo no habría cultura.
La relación principal entre la capacidad humana para la simbolización y el desarrollo del lenguaje, dentro del proceso de hominización, se deriva del hecho de que el lenguaje articulado es la forma más importante de expresión simbólica, si bien no es la única que utiliza el ser humano, tal como señalan Gallardo y Gallego (1995).
A través del lenguaje articulado el hombre ha podido acumular y transmitir los conocimientos adquiridos, pasando de una generación a otra.
Es desde la perspectiva ontogenética desde donde se aborda la adquisición y desarrollo de la comunicación y el lenguaje en cada ser humano. Tal como ocurre con el estudio del lenguaje en cualquiera de sus distintos aspectos, también cada marco teórico que sigamos va a ofrecernos un modelo explicativo distinto. No obstante, se admiten a nivel general una serie de datos explicativos, como por ejemplo que al nacer el ser humano dispone de una base neurológica capaz de permitir la fonación, así como el poder usar léxico y reglas semánticas. Asimismo, se admite, por parte de la mayoría de especialistas, tal como señalan Gallardo y Gallego (1995), que la adquisición y el desarrollo del lenguaje implica:

ü  Aprender a combinar fonemas, palabras y oraciones en secuencias comprensibles para los demás.
ü  Conocer y compartir los significados elaborados socioculturalmente por una determinada comunidad lingüística.
ü  Acceder al uso de las reglas gramaticales que estructuran convencionalmente las relaciones entre forma y función en el lenguaje.

Asimismo, tal como destacan Serón y Aguilar (1992), al analizar el desarrollo del lenguaje es fundamental tener en cuenta tres aspectos básicos:
1. El aspecto formal: utilización correcta de los signos y su correcta estructuración en unidades superiores.
2. Los aspectos semánticos: aquellos procesos a través de los cuales las palabras van adquiriendo significado.
3. Los aspectos funcionales: uso del lenguaje con el propósito de conseguir adaptarse e interactuar progresivamente en su medio.
También podemos diferenciar, siguiendo a la mayoría de los autores, dos grandes etapas en la adquisición y desarrollo de la comunicación y el lenguaje: la etapa de la comunicación prelingüística y la etapa de la comunicación lingüística. Veamos detenidamente cada una de ellas:

a) Etapa de la comunicación prelingüística

El bebé desde los primeros momentos de su vida va progresivamente madurando las diferentes vías sensoriales. Además, debemos tener en cuenta que desde que nace, el niño es un ser activo que busca constantemente estímulos y organiza progresivamente la información que va adquiriendo. A partir del establecimiento de los primeros vínculos afectivos, basados en la satisfacción de sus necesidades primarias, el bebé se enfrenta a una serie de rutinas comunicativas cargadas de intencionalidad y significado, capaces de ir modulando la conducta propia y la de los demás.
Los adultos, al interactuar con el bebé, tienden a adecuar sus conductas a las que observan en él, dando lugar a una interacción comunicativa que se conoce con el nombre de “protoconversación” (Vila, 1992).
La realización de rutinas, de contactos afectivos, dan lugar al comienzo de una comunicación basada en gestos, articulaciones, movimientos generalizados, etc. , en gran parte con un amplio sentido lúdico.
El niño, desde los primeros meses de vida se acostumbra a reaccionar ante determinados patrones visuales o auditivos, emitiendo diferentes respuestas que los adultos van interpretando; constituyendo la comunicación no verbal de los primeros meses de vida.
La posterior maduración biológica del bebé le permitirá incorporarse a nuevas situaciones interactivas, tales como las relacionadas con el sostenimiento mutuo de la mirada. En estos primeros meses de vida las interacciones comunicativas se caracterizan por una importante asimetría entre los participantes, debido a que son los adultos los que controlan y dirigen estos intercambios, adecuando sus conductas a las del bebé; con el fin de que las conductas infantiles sean algo más que simples respuestas biológicas, para que puedan pasar a ser controladas por el propio niño, y, de esta forma, las pueda utilizar coma reguladoras de su conducta en relación con los demás.
El bebé, poco a poco irá aprendiendo formas de comunicación deícticas con objeto de poder expresar sus deseos y que éstos puedan ser interpretados por los adultos de forma adecuada.
Durante los tres primeros meses de vida, según destacados autores, como es el caso de Vila (1992), nos encontramos en el bebé una habilidad comparable a la comunicación. El bebé inicia la comunicación con el adulto: el desarrollo del lenguaje está estrechamente ligado al proceso de socialización. En este sentido, no debemos olvidar que el lenguaje es un instrumento desarrollado por el ser humano con el fin de garantizar los intercambios sociales; es decir, está diseñado para la comunicación.
A través de la simbiosis afectiva que se establece entre el bebé y sus cuidadores surgen los rudimentos de la conciencia. Esa simbiosis afectiva se va consolidando progresivamente, favorecida por la comunicación inicial del bebé con el adulto a través de gestos, expresiones faciales, sonrisas, etc. De forma progresiva, el niño va respondiendo al habla de los adultos de manera más definida, como lo demuestran acciones como volver la cabeza en la dirección en que oye hablar, la mirada busca a la persona que habla, etc. En este sentido, la contribución al desarrollo de la figura de apego es básica en esta etapa para la comunicación, el desarrollo cognitivo, el desarrollo socioafectivo, etc.
            Hacia los cuatro meses el bebé comienza a diversificar su interés entre el mundo de los adultos y el mundo de los objetos, lo que produce cambios importantes en la interacción niño-adulto, ya que los objetos pasan también a formar parte de las actividades y de las interacciones sociales entre ambos.
            Entre los cuatro y los seis meses, la pareja adulto-bebé empieza a diversificar sus juegos: el centro de interés pasa de estar centrado en los propios cuerpos a dirigirse hacia temas externos. Las interacciones cada vez son más complejas, lo que supone un progresivo dominio de las habilidades comunicativas por parte del niño.
Hacia los seis meses el niño comienza a emitir sonidos vocálicos y consonánticos cada vez más diferenciados, que se enmarcan en emisiones de una sílaba. Repite sílabas con secuencias cada vez más complejas. Es la etapa del balbuceo. Desde esta etapa, la lengua materna ya imprime su influencia en la actividad vocal del niño, tal como destacan Gallardo y Gallego (1995). Desde la perspectiva socio constructivista, la etapa del balbuceo adquiere una función fundamental, ya que el niño se entrena en la articulación del lenguaje con el fin de integrarse socialmente en la familia, para comunicarse con su madre y/o padre, para adaptarse al medio. Además, el balbuceo representa toda una fuente de estimulación, juego y diversión.
El dominio de las habilidades comunicativas lo va adquiriendo el niño en el ámbito de las relaciones individuales en situaciones muy variadas. Así, entre los seis y los doce meses aparecen gestos culturalmente determinados, además de gestos idiosincrásicos, relevantes únicamente para la pareja adulto-niños. Se produce también una diversificación muy destacada de las expresiones faciales; y la mirada se convierte en uno de los procedimientos más importantes del niño para regular sus intercambios comunicativos, tal como señala Vila (1992).
El lenguaje del niño es, cada vez más, un reflejo del lenguaje que se habla en su entorno inmediato, accediendo hacia los nueve o diez meses a la etapa de la ecolalia, referida a las emisiones verbales del niño que van dando ya cabida a los sonidos de la lengua que pronto empezará a hablar.
Entre los 9 y los 18 meses, la mayoría de los niños emiten las primeras palabras, indicando el inicio de la siguiente etapa en el desarrollo del lenguaje.

b) Etapa de la comunicación lingüística

Podemos delimitar el inicio de esta nueva etapa, siguiendo a Serón y Aguilar (1992), en el momento en que el niño comienza a dar un significado permanente a determinados sonidos y a usarlos para designar determinados conceptos.
Al principio de esta etapa el niño imita frecuentemente las palabras oídas a los adultos, aunque su riqueza de vocabulario aún es muy restringida. Inicialmente el niño utiliza una palabra para referirse a una serie de objetos y/o acontecimientos que son libremente asociados en su pensamiento.
Es importante resaltar que entre el periodo prelingüístico y el lingüístico existe una continuidad funcional, de manera que las primeras palabras, en general, se insertan en situaciones interactivas cumpliendo las mismas funciones que los gestos a los que sustituyen (Vila, 1992).
Durante esta etapa la comprensión del lenguaje del adulto progresa de manera muy rápida. En realidad, el lenguaje comprensivo va por delante del expresivo, ya que, aunque comprenden una cantidad aceptable de palabras, únicamente expresan las que significan objetos o acontecimientos que ellos pueden manipular. Además, debemos tener en cuenta que los significados que los niños asignan a sus palabras son distintos a las de los adultos; de tal manera que podemos observar tres características en la asignación de significados que realizan los niños, según Serón y Aguilar (1992):

1.      La concreción restrictiva con que usan determinados vocablos.
2.  La sobre extensión, lo que provoca que llamen con el mismo nombre a todos los objetos que se asemejen funcionalmente.
3.  El uso de referentes prototípicos, formando el significado de las palabras con los ejemplos que más características presentan dentro de una misma categoría.
Hacia los 18 meses el niño produce ya palabras completas con significado, palabras que adquieren el significado de palabra-frase, haciendo referencia al habla holofrástica. También puede llegar a emitir frases de dos palabras, con una sintaxis propia, dando lugar al denominado "estilo telegráfico". Según va utilizando la palabra o las dos palabras en contextos diferentes y va viendo aprobado su uso, el niño va generalizando su significado, comenzando a formar conceptos, aunque debemos tener en cuenta que inicialmente las palabras tienen sólo un significado muy concreto, estando muy ligadas al contexto en el que se utilizan. La generalización se va a ir produciendo a partir del juego y de la interacción en diversos contextos.
La riqueza del vocabulario del niño comienza a aumentar considerablemente. A los veinte meses ya pasa de las 100 palabras, a los 24 meses llega a las 300 y a cerca de 1000 al llegar a los 3 años. De los 3 a los 5 años adquiere un notable desarrollo del vocabulario y de un gran número de partículas relacionantes, lo que le facilita la elaboración lógica de su discurso. El niño aumenta su vocabulario a partir de la necesidad de nombrar la realidad que le rodea en los diferentes contextos en los que participa o a partir de la necesidad de expresar sus intenciones en dichos contextos. Estamos ante una fase de auténtica explosión lingüística, coincidiendo con una importante fase de maduración neurológica. Al mismo tiempo, el niño cada vez comprende mejor el carácter instrumental del lenguaje.
Dentro del desarrollo fonológico, Serón y Aguilar (1992), distinguen dos características básicas: el punto y el modo de articulación. El punto de articulación señala los órganos que intervienen y el punto de contacto. El modo de articulación hace referencia a la forma de entrar en contacto (de forma explosiva, vibrando, fricando, etc.). Los sonidos que emite el niño van desde los gritos con los que expresa sus necesidades primarias, hasta las voces inarticuladas y articuladas. El desarrollo semántico o adquisición del significado representa un complejo entramado de estudio, debido a que el niño adquiere las estructuras semánticas a partir de las sintácticas. Para el niño, el léxico y la semántica se dan unidos: se construye a partir de los nombres dados a objetos concretos y de su entorno, sin tener que guardar relación con los significados de los adultos, tal como señala Nelson (1988).
Según Dore (1974), los aspectos funcionales son la base de la evolución del lenguaje, destacando la interacción constante entre forma y función. Serón y Aguilar (1992) destacan las siguientes funciones comunicativas básicas: Función reguladora del lenguaje: el hablante se comunica y expresa deseos a realiza alguna acción; Función declarativa: mediante ella el hablante puede intercambiar la información; y Función interrogativa o heurística: el sujeto puede así investigar la realidad que le rodea, el conocimiento del mundo. En términos generales puede afirmarse que hacia los 4 años el lenguaje del niño está bien establecido, si bien aún muestra desviaciones de la norma del lenguaje adulto.



Desarrollo de la comunicación y del lenguaje y desarrollo cognitivo

Las relaciones entre el lenguaje y el pensamiento constituyen uno de los ejes centrales de debate y de investigación entre los distintos especialistas de estos campos de estudio, y de forma especial entre los psicolingüístas, los psicólogos, los neurofisiólogos, los lingüistas y los filósofos.
La característica principal de los distintos modelos explicativos es la heterogeneidad de los mismos: mientras que para unos modelos destacan la primacía de lo lingüístico sobre lo cognitivo, para otros es todo lo contrario; y, como no podía ser menos, para otros modelos lo importante es la interacción entre ambos. Veamos las principales aportaciones de cada uno de estos modelos.

a) Modelos que priman lo lingüístico sobre lo cognitivo. Para estos modelos la adquisición del lenguaje depende, básicamente, de factores estrictamente lingüísticos. Por lo tanto, el desarrollo cognitivo anterior a la adquisición del lenguaje es escasamente determinante en la selección de las estructuras que marcan las diferentes y sucesivas etapas del desarrollo del lenguaje. Desde esta perspectiva teórica, o bien se reconoce un desarrollo cognitivo diferente del desarrollo lingüístico, o bien se subordina el desarrollo cognitivo al desarrollo lingüístico desde el momento en que el sujeto adquiere el lenguaje. Según los principales representantes de esta perspectiva teórica (Wharf, 1955; Saussure, 1961; Chomsky, 1969; McNeill, 1970), el lenguaje es el primer dato que orienta toda la organización de nuestra percepción y de nuestro pensamiento, determinando, asimismo, nuestra propia percepción del mundo, tanto físico como social. En definitiva, la lengua modela el pensamiento, según esta corriente.

b) Modelos que priman lo cognitivo sobre el lenguaje. Según esta perspectiva teórica, las funciones cognitivas prevalecen sobre el desarrollo lingüístico, del que únicamente es un aspecto de la función simbólica (aunque, eso sí, el más importante). El lenguaje, por sí mismo, no produce el progreso cognitivo. Todo lo contrario: únicamente es utilizable en su plenitud cuando el sujeto ha desarrollado suficientemente sus capacidades cognitivas. Incluso en las etapas finales del desarrollo cognitivo, tal como señala uno de los autores más representativos de este enfoque teórico, Piaget, es una condición necesaria, pero no suficiente. Este mismo autor siempre sostuvo la tesis de la primacía de lo cognitivo y de la subordinación del lenguaje al pensamiento. El niño realiza imitaciones diferidas antes de la propia adquisición del lenguaje, demostrando la emergencia de la función simbólica. Ésta es un producto de la evolución psicológica del niño, y es la que permite la adquisición del lenguaje, que no es sino un producto social, y que constituye la ejecución más elevada de la función simbólica. El lenguaje, una vez adquirido, según Piaget, va a servir para el desarrollo cognitivo. Así, por ejemplo, en el estadio de las operaciones formales, el instrumento lingüístico es necesario para la lógica de las proposiciones, pero no lo engendra.

c) Modelo que consideran la interacción entre lo cognitivo y lo lingüístico. Según este enfoque teórico, desde que se adquiere el lenguaje, desarrollo cognitivo y desarrollo lingüístico están estrechamente unidos, por lo que es absurdo plantear la especificidad de uno u otro, tal como sostienen autores como Vygotski o Bruner. La evolución del lenguaje sigue un claro paralelismo con la evolución de lo cognitivo, siendo uno de los argumentos más sólidos para este enfoque teórico.
            Según Vygotski, el lenguaje surge primero como medio de comunicación entre el niño y los demás, para después convertirse en lenguaje interior que permite el desarrollo cognitivo a través de la transformación de las distintas funciones mentales (Ley de la doble formación de los procesos psicológicos superiores). Por su parte, Bruner concibe el lenguaje como un agente del desarrollo cognitivo, como el amplificador más potente de las capacidades humanas; además de constituir el agente fundamental en la transmisión cultural de dichas capacidades. Según este autor, una vez que el niño ha alcanzado un determinado desarrollo cognitivo, el pensamiento se acomoda al lenguaje, posibilitando que lleguemos a niveles más elevados de pensamiento.

Desarrollo de la comunicación y del lenguaje y desarrollo social y afectivo

A través de las sucesivas etapas del desarrollo del lenguaje, un factor fundamental va a ser el rol del adulto (generalmente la madre o/y el padre) que establece un tipo especial de relación con el niño desde su nacimiento. Esta relación especial, denominada “apego”  hace referencia al lazo afectivo que una persona establece entre ella misma y el otro, impulsándoles a estar juntos en el espacio y en el tiempo. Esta tendencia a permanecer juntos, tal como destaca Pardal (1995), les permite comunicarse y establecer un contacto físico frecuente. Esta figura desarrolla respecto al bebé unos comportamientos específicos que favorecen su desarrollo cognitivo y del lenguaje. Tanto durante la etapa prelingüística como durante la etapa lingüística la figura del apego desempeña un papel fundamental en el desarrollo de la comunicación y el lenguaje. El apego supone también la construcción de un modelo mental de la relación con la(s) figura(s) de apego.
Según Ajuriaguerra (1977), la importancia de la afectividad deriva del hecho de ser considerada como el punto de inicio del desarrollo del lenguaje infantil. Además, su carencia provoca que el niño no aprenda a hablar y que detenga su desarrollo normal. La imitación, conducta que el niño estable, inicialmente, en su interacción con la figura de apego, juega un papel preponderante en el desarrollo del lenguaje. Junto con la imitación, el procedimiento de aprendizaje más utilizado por el niño es el ensayo-error. En esta fase, el refuerzo social de la figura de apego va a ser determinante; además de servir de modelo de manera constante. Este refuerzo social, afectivo, continuado, es una estrategia educativa universalmente utilizada por las figuras de apego. Para la adquisición y el desarrollo del lenguaje, además de los factores individuales (desarrollo neurológico, motórico, sensorial, cognitivo, etc.); también es necesaria la comunicación, la interacción con el medio, con el entorno social. En este sentido, parece ampliamente demostrado que determinados ambientes familiares ofrecen mayores oportunidades que otros para el aprendizaje del lenguaje. Así, Bernstein (1971, 1973} distingue entre "lenguaje restringido" (propio de ambientes familiares con escasa interacción y escasos recursos culturales) y "lenguaje elaborado" (propio de las clases sociales más favorecidas).


CONCLUSIONES

La complejidad que supone el estudio de la comunicación y el lenguaje, su adquisición y desarrollo, así como su relación con el desarrollo del pensamiento, afectivo y social, se puede apreciar al comprobar la diversidad de enfoques teóricos explicativos que aun hoy coexisten, determinando la orientación que el especialista en audición y lenguaje debe seguir, tanto en su tarea de evaluación como de intervención en alteraciones del lenguaje. A lo largo del tema hemos constatado cómo la comunicación puede ser entendida como la capacidad para realizar conductas intencionadas y significativas, pudiendo así interactuar con otras conductas ajenas. Se trata de una capacidad no exclusiva del ser humano. Sin embargo, el lenguaje sí constituye una capacidad exclusiva del hombre, además del pensamiento conceptual. El lenguaje, entendido como el medio de comunicación más sofisticado de los seres humanos, está formado por un sistema de signos arbitrarios codificados que le permiten al hombre la representación de la realidad en ausencia de ésta. Se trata de un sistema de implantación social, que únicamente se aprende a través de la interacción social. Pero la función comunicativa no es la única del lenguaje humano, sino se pueden distinguir otras muchas, como la instrumental, la heurística, la reguladora, la personal, etc.
La adquisición y el desarrollo del lenguaje se inicia con la maduración que en el niño se produce de sus vías sensoriales, la maduración neurológica, además del establecimiento de los primeros vínculos afectivos, formalizando una relación de apego con el adulto encargado de sus cuidados que se convierte en trascendental para el desarrollo global del niño, y para el desarrollo concreto del lenguaje. Estos contactos afectivos, de carácter inicialmente lúdico, proporcionan el inicio de la comunicación, primeramente no verbal, facilitando el desarrollo de los prerrequisitos necesarios para la posterior adquisición del lenguaje. En este sentido, debemos volver a destacar la importancia del entorno familiar y educativo en dicha adquisición, ya que el desarrollo del niño no es posible sin el contacto con los demás, sin el estímulo y la orientación del adulto, que actúa como modelo. Por último, debemos señalar la importancia de conocer las diferentes etapas del desarrollo y adquisición del lenguaje para un mejor conocimiento del mismo y de las posibles alteraciones y/o retrasos significativos que se puedan producir y que, por tanto, puedan suponer la necesidad de intervención del especialista en audición y lenguaje.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Y DOCUMENTALES

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